Cafecito en mano por: José Briceño


Marginalidad


Guareciéndome de la lluvia y de una de las raras frías mañana marabinas, tomaba un café en un local más bien pequeño y conversaba con el que atendía el sitio sobre la situación que se presenta en esta ciudad cada vez que llueve, básicamente se torna en una ciudad marginal, se paraliza como paciente en estado vegetativo.

Cuando finalmente llegue a mi trabajo, luego de sortear una serie de obstáculos más propios de un pantano o una ciénaga que de una de las ciudades más importantes del país, no pude dar mis clases porque solo uno de mis alumnos había logrado llegar a la universidad. Sin nada que hacer me dedique a ver fotos y anécdotas publicadas con los desmanes de 5 horas de lluvia, 5 horas.

Entre fotos, videos, titulares, pines, tweets, cuentos y demás entro en una especie de trance autoinducido e imagino al gobierno “tapa goteras” haciendo malabares populistas, tratando de ganar adeptos dentro de la mismísima tragedia, llegando en sus camionetas, con sus escoltas y sus Logan compradas para la ocasión, veo a la gente desesperada, obstinada que siempre le pase lo mismo cada vez que “caen cuatro gotas”; siempre se desborda la misma cañada y entra en las mismas casas y se lleva, en cada ocasión eso sí, un diferente colchón.

Detrás del gobernante y sus guaruras, y sigo en mi delirio, en procesión una señora recibe los papelitos como si fuera un muro de los lamentos, muchos de esos papelitos son para solicitar un colchón. Más atrás unos jóvenes entregan unos panfletos sobre la necesidad de apoyar en futuras contiendas electorales al candidato de las Logan. En eso salgo de mi estado hipnótico y pienso: estamos mal y vamos peor.

Somos un país marginal, donde su población piensa marginalmente, donde sus gobernantes piensan y actúan marginalmente, donde todo el engranaje social, político, económico se fundamenta en marginalidades.

Es decir, estamos al margen, del lado de afuera, estamos, y cito: “razonando fuera de recipiente”, por ejemplo, una norma básica para la convivencia en una ciudad es la existencia de drenajes naturales y artificiales, mientras más grande sea la ciudad mayor deberá ser la inversión y desarrollo de la infraestructura para el desalojo de las aguas producto de las lluvias y aguas servidas. No hacer eso es estar al margen de lo normal, de la norma, y silogísticamente hablando, si estamos fuera de la norma somos marginales, ya que el ser marginal se define como: “una persona o de un grupo: Que vive o actúa, de modo voluntario o forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas”.

Ya en mi casa, al lado de mi esposa que me trae un cafecito (negro, caliente y dulce) como ella, le digo que mientras no salgamos de este círculo de pensamiento, no surgiremos como sociedad, que mientras pensemos que pidiendo un colchón o dando un colchón es lo suficiente, así sea con la excusa que es mientras se soluciona el problema, estamos incrementando o alejándonos de lo normal.

Termino con dos preguntas sencillas, ¿Cuál es el plan de desarrollo de la ciudad para poder seguir con una vida normal en tiempos de lluvia? Y lo segundo ¿hasta qué punto estamos dispuestos todos los marabinos a sacrificar comodidad temporal para lograr que ese plan se haga realidad?


José Miguel Briceño-Escobar
@sophos99
14/10/11

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