En esta ocasión desarrollaremos un poco más la idea del Populismo vs Racionalismo desde el Progresismo. Debemos comenzar por establecer que todo extremo es, comúnmente, malo. Esto se debe a que si aceptamos una visión extremista en nuestros postulados ideológicos nos estaremos identificando al dogmatismo, que es en esencia lo más alejado al progresismo.
Cuando hablamos de Populismo inmediatamente pensamos en candidatos electorales prometiendo repartir el pan que se multiplicará en sus manos cual mesías, pensamos así mismo en gobiernos quebrados en lo económico por creer en el gasto social y no en la inversión social, ya que reparten el pan, en el mejor de los casos, hasta que la lacena queda vacía y no pueden hacer el milagro de reponerlos.
Básicamente el Populismo es expresar o tomar medidas populares sin tomar en consideración la factibilidad o sostenibilidad de dichas medidas. Así mismo el Populismo busca colocar en rol protagónico al “pueblo” en contra posición de la clase élite. Es decir, que en su mejor de las acepciones hace una división entre las dos clases sociales, donde una es buena y la otra mala.
Ahora bien, el Progresismo parte, en este aspecto, de la racionalidad, es decir, del modo de estructurar las políticas gerenciales de gobierno, que los proyectos sean sustentables en el transcurrir de los tiempos, que los aspectos técnicos priven sobre los políticos al momento de estructurar los equipos de trabajo.
Hasta aquí todo claramente correcto, lo que proponemos con este artículo en el Centro de Estudio Progresista es la “Racionalidad Comprensiva” que no es otra cosa que alejarse de los marcos conceptuales (frames) del racionalismo en el momento electoral, dado que el racionalismo entiende que el ciudadano vota con una lógica clásica, es decir, que el votante basa su elección en sus necesidades materiales, concretas, necesidades que mide un encuestador.
Por el contrario, la “Racionalidad Comprensiva” busca entender esos marcos conceptuales por los cuales se enmarca el elector, llámese emocionales, morales y simbólicos, para que desde ese entendimiento elevar propuestas, constructos lo suficientemente reales para ser elegidos. Es decir, utilizar el razonamiento lógico clásico para desenmarañar el marco lógico que no se ajusta precisamente a la lógica clásica, para desde allí hacer propuestas concretas.
En conclusión el Progresismo es profundamente racionalista, tanto en funciones de poder, de gobierno, como en campañas electorales. Desde el poder como un eje transversal, en la ejecución de planes de gobierno y en campaña no como Populista, sino como, un “Racionalismo Comprensivo” que entiende la psique social, para así, tal como lo explica Richard Wirthlin, persuadir por la razón y motivar por la emoción.
en: Página del Círculo de Estudios Progresistas
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